Calzado mexicano: Datos de la manufactura, hoy
La industria de la Moda en México se construye con sueños y magia. Con ímpetu y fascinaciones. Éste es un sistema creativo que se basa en encantos y apariencias. Sin embargo, tenemos que prestar mucha atención a los números y ser realistas con lo que está sucediendo en el mercado. No ser discordantes con el comercio y la economía que nos atraviesa. Caso particular de estudio: el de la piel y el cuero mexicanos.
Hasta el año pasado –2019–, en México, podíamos presumir de ciertos datos relacionados con el cuero nacional. De acuerdo con la CICEG (Cámara de la Industria del Calzado del Estado de Guanajuato), más del 70% de la producción del calzado mexicano proviene de Guanajuato –186 millones de pares–. De esa cifra, México en promedio anual exportaba al mundo 26 millones de pares y 20 millones se iban a EE.UU.
También, podemos mencionar que la industria del cuero y la piel en México figura como factor clave para la economía nacional. Démonos una idea: en 2017, esta industria tenía un valor de 328 mil millones de pesos y empleaba a más de 300 mil personas alrededor del país. Falta revisar la data actual; no obstante, es posible mencionar que para 2019, las manufacturas de piel trajeron un crecimiento de 6.5%, representado por 116 empresas; y la proveeduría cuero-calzado trajo un crecimiento del 4.8%, representado por 175 empresas.
Pintura de castas mexicanas, intervenida para que los personajes usen botas Distrito Domingo y Caballería.
¿Y qué sucede hoy, tras una larga pausa llamada confinamiento? El panorama no es del todo halagador. En Guanajuato, el pasado 1 de junio (2020), la industrias de la piel y el calzado reiniciaron sus actividades a 30% de su capacidad operativa. Con ellas, las de hormas, hilos, pegamentos, químicos, cajas y comercio. Todo con el afán de soportar la crisis económica y mantener el trabajo vivo; claro, con las adecuadas medidas sanitarias.
Aún así, resulta que, de acuerdo con cifras del INEGI, la industria del calzado y el cuero sufrió una reducción del 87% y se perdieron 12 mil empleos formales del sector. Un desplome profundísimo a la primera quincena de junio 2020. Por esas mismas fechas, la industria del vestido también estimó pérdidas de 480 millones de pesos.
Parece que, en ese sentido, Guanajuato, que era el Disneyworld de la piel y el zapato mexicano, podría convertirse en el Dismaland de Banksy[1]. Pero tampoco seamos pesimistas. Bastante podemos hacer como promotores y consumidores de Moda mexicana.
Primero, así como somos capaces de identificar el lujo extranjero, fichemos el lujo mexicano. Reconozcamos en dónde se encuentra la calidad y la perfección de los productos nacionales.
Segundo, demandemos que esa producción mexicana que busca la categoría de lujo esté realizada con los más altos estándares. Que sus ideas sean verdaderamente originales.
Tercero, concienticemos –en lo individual y en lo colectivo– que de esta industria dependen muchas economías en el país. Tan solo en Guanajuato, más de 143 mil familias viven de la industria local del calzado. 220 mil si sumamos la cadena del cuero y la piel. Ahora, imaginemos su impacto en todo México.
Cuarto –y gran reto–, debemos convencernos de que el consumo nacional, especialmente el independiente, es uno de los que más sostendrá a México. Si la industria continúa paralizada, el riesgo de que nos inundemos de saldos de calzado asiático y otro objetos extranjeros (con mala calidad) es muy alto.
Es evidente que el reciente cierre de actividades económicas golpeó a las manufacturas del textil, el vestido, la curtiduría, el calzado y la marroquinería. Y si a esto le sumamos que en dichos sectores ya teníamos problemas como el contrabando y la subvaluación de mercancías en las aduanas del país, más complicado todavía. Sobre todo, porque es una situación que no puede tomarse con ligereza; cualquier eslogan o hashtag se queda chico frente a la necesidad que hoy tenemos. Sí, se ven preciosos en las cuentas de Instagram, pero nada más.
Si las tiendas y los creativos no nos ponemos serios al respecto y hablamos claro del presente, no hay influencer que pueda salir en nuestra ayuda. Además, porque el escenario ha cambiado de manera drástica y la clave ya no está en crear narrativas donde un personaje "aspiracional" dicte los deseos de un público. La gente necesita información y ser inspirada. Necesita verdades. Hacerse uno con nosotros y sentirse parte de un proyecto de supervivencia. No stories edulcoradas que digan «¡Mírame, mírame, mírame!».
Si es cierto aquello de que Content is king, no podemos olvidar que el content está en nosotros, ni en la web ni en personajes sosos. Y que todo dato que presentemos repercute en nuestras vidas y trabajos. Entonces: compartamos, reflexionemos, revaloremos la industria y promovámosla. Tomemos esto en serio, not just for the likes.
[1] Un lúgrubre parque de atracciones que satirizaba a Disney y, por medio de intervenciones artísticas, denunciaba las catástrofes del mundo en un tono crítico y juicioso ante las historias de felicidad capitalistas.