Qué pasa con la industria cultural en México
En portada: Fotomontaje de El Sueño de los Pobres, por Lola Álvarez Bravo
¿Cómo es que no se alienta la participación de la sociedad, de los individuos, de las empresas y de las organizaciones en el sector cultural del país? ¿Por qué no se identifica que para el sostenimiento de nuestra sociedad es necesario reconocer un concepto cada vez más amplio de nuestra cultura?
Primero, debemos advertir que el actual gobierno –o alguno anterior– no reconoce verdaderos productores culturales en quienes nos dedicamos a la moda, al diseño y a sus mercados. Quizás nos vea como empresarios o emprendedores, pero no necesariamente como entes creativos que nos sumamos a la construcción de identidad en el país.
En esto vayamos por partes. Pareciera que hoy existe un grave menosprecio o una fuerte desconfianza hacia los sectores especializados de las artes y la cultura. Durante los últimos meses hemos sido testigos de un peculiar desdén hacia la academia y hacia las prácticas culturales y artísticas que pertenecen al rubro de lo profesional.
Lo cual nos lleva a un reduccionismo por parte del Estado, donde la cultura es lo-que-hace-el-pueblo. Es decir, sólo lo que se vincula a las localidades originarias y a lo artesanal, eso que remite a los mitos fundacionales o incluso a lo popular y vernáculo, puede ser considerado cultura.
Collage Laura, a new intern at the Censorship Department, por Toon Joosen
Y en ese malentendido, quienes estamos a la redonda creativa de las artes, que coqueteamos con el concepto pero tampoco encajamos de todo allí, nos hallamos en otro tipo de descobijo. Porque si bien podemos resguardarnos en el techo del emprendimiento y apostar por determinados programas relacionados, no contamos con ninguna institución, plan u órgano que nos acoja como parte del círculo creativo del país.
Sin darse cuenta de que muchos de nosotros, quienes lideramos tiendas, galerías o laboratorios de ingenio y plástica, también marcamos el pulso de la vida cultural en México.
Quizás no seamos un museo como tal. Tal vez no podamos sostener siempre una agenda gratuita para un público general. Puede que no hagamos tantos proyectos sociales como quisiéramos. Que si manejamos una tienda, siempre tengamos al frente ese mote; el de un comercio. Pero, en general, se olvida que nosotros activamos economías locales, apoyamos o somos productores regionales, ayudamos a la ampliación de mercados artesanos, promovemos la innovación, generamos comunidad y hacemos trabajos de divulgación.
Aún más importante: levantamos andamiajes culturales de vanguardia y de vida diaria como son la moda, el diseño industrial y la creatividad interdisciplinaria.
A raíz de los recortes vividos durante la pandemia, la situación de museos e instituciones culturales se ve indefensa. Se ven vulneradas sus oportunidades de construcción, capacitación y difusión; en especial, de aquellos que hacemos cultura, pero que no pertenecemos al divino halo de lo que se entiende como “sistema cultural”, pues no estamos siquiera considerados. Invisible si hacemos exposiciones, círculos de estudio, muestras, puestas en escena, performances, promoción de diseñadores mexicanos o de comunidades artesanas, eventos de vinculación, entre otros… Somos tiendas y a esa posición somos arrojados, sin más.
Collage por Eugenia Loli
Si el Gobierno mexicano reconociera que las empresas culturales generaron en 2018 ganancias por 702 mil millones de pesos (equivalentes al 3.16% del PIB) o que este sector movió en el mercado de bienes y servicios más de un billón de pesos –en el mismo año–, otra historia sería. Porque eso implicaría una mirada distinta al circuito y una paulatina reforma a sus legislaciones. Lo que tarde o temprano daría la pauta para que otros proyectos pudiésemos sumarnos; con sus prudentes diferencias, claro está. Y eso nos llevaría al planteamiento de cámaras, consejos o instituciones precisas para cada industria creativa que compone al complejísimo armazón cultural.
Tal vez, esto es adelantarnos mucho, pero con suerte, consigamos que la palabra cultura, mínimo, deje de ser tan mal entendida como objetivo y bien del país; tal y como se ha hecho desde mediados de siglo pasado.
Los espacios de Moda y diseño mexicanos también somos cultura.